Carreras de fondo

No llegas tarde
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( photo credit: olgaberrios via photopin cc )

Corre, corre, que no llegamos, escupe mi madre por las mañanas. Danza de una habitación a otra. Desde que suena el despertador ya no hay respiro. Y presiona la tostada contra mi boca para ayudarme a engullirla. Que no llegamos, Carla, que no llegamos. Y para entonces mi madre se ha embuchado su café,  maquillado a toda prisa, dejado notas por toda la casa con sus instrucciones del día y preparado su cartera preñada de papeles con la que llegó ayer noche.

Mi madre no lo sabe, pero cada vez que vocifera sin darse cuenta su cantinela,  yo siento un apetito insaciable por preguntarle por el porqué de las cosas. Porqué corre todo el día y hacia dónde. Porqué dice que no llegamos nunca. A dónde quiere llegar y si quiere ir sola o acompañada. Porque yo hace tiempo que no puedo alcanzarla y me da tristeza ver cómo se consume entre carrera y carrera. Parece que empequeñece en cada inhalación. Mi padre creo que hace años que no lo intenta, así que marcha a su ritmo y en algunas ocasiones se encuentran en la línea de meta para intercambiarse distraidas miradas.

Me gustaría explicarle un día de estos, que por mucho que ella acelere, sus pupilas siempre van en temeraria avanzadilla. Porque cuando estamos desayunando tendríamos que estar ya vestidas. Cuando galopamos por la autovía tendríamos que estar en la puerta del colegio. Y cuando por fin llegamos, su mirada hace rato que voló hacia aquella otra parte del mundo en la que debemos estar pero que nunca alcanzamos.

Quizás si un día tuviera tiempo de describirme el camino y no tuviera que estar en algún que otro lugar, sería para mí más asequible atraparla entre los recovecos de su tiempo. Podría entonces preguntarle cuándo le llegaron esas prisas y cómo era nuestra vida antes de ese eterno Corre, corre, que no llegamos.

Hay pocos momentos en los que se tumba en el sofá con el propósito de no hacer nada, aunque apenas puede soportar la agonía más de 10 minutos. Es entonces cuando se retuerce con su propia congoja y farfulla uno de sus ‘tendría que’. O desnuda una tableta de chocolate que le permite llenar de calorías el vacío que parece que le deja la ausencia de tareas.

A mi, en cambio, me gusta detenerme sin agonía. Perderme en los detalles, aprender de los objetos y no contagiarme de su ritmo frenético. Mi madre no lo sabe, pero hace tiempo que me cruzo todas las mañanas con el mismo chico que me mira de soslayo. Nos miramos en silencio y aguantamos la respiración sin espacio para las prisas.

Esta mañana, entre las tazas de desayuno, los bocadillos y los post-it empapelando el frigorífico, mamá se ha acercado a mi rostro. ¿Te has puesto colorete, Carla?  Y como no acepta un silencio por respuesta ni una contestación que no sea inmediata, insiste. ¿Te gusta algún amiguito de clase?

 Corre, mamá, corre, que no llegamos. Ya tendríamos que estar en el cole, le digo.

@XeniaGD

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6 comentarios

  1. Vivimos inmersos en esa vorágine y no nos damos cuenta de que descuidamos lo más valioso, que no son ni más ni menos que las relaciones familiares y afectivas. Todo por buscar, entre otras cosas, una perfección que no existe, porque no hay nada ni nadie perfecto. Como siempre, me ha encantado tu artículo. Un beso

    • Esa huida hacia adelante nos va a volver a todos locos. Menos mal que, de vez en cuando, las cosas nos obligan a detenernos. Muchas gracias por pasarte por aquí. Besitos.

  2. Me gusta el ritmo, la energía y el final del relato. Lo que vemos es lo que aprendemos, sólo que si somos inteligentes lo sabremos aprovechar quizá mejor que quienes nos enseñan.

    Y me gusta también que esta entrada coincida con la lectura de «Cómo ser mujer» de Caitlin Moran, ¿lo conoces? Creo que te gustaría.

    Espero tus nuevas entradas, gracias!

    • ¡Gracias a ti, Josetxu!
      Curiosamente hace un par de días, una amiga que tiene una librería me sugería ese mismo libro. No lo he leído, pero lo cierto es que después de esta doble recomendación no tengo otra alternativa 😉

      ¡Saludos!

  3. Me ha encantado, como casi todo lo que escribes 😉
    ¿De dónde sacas el tiempo? Por no hablar de la inspiración, que eso se tiene o no se tiene 🙂

  4. Si te cuento que el último relato lo escribí en el partido de fútbol al que fui con el colegio….. 😉 El resto, se lo quito a las horas de sueño, como todas.

    ¡Muchos besos!

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