Me gusta cuando callas porque estás como ausente

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By J.Morgan en Canarias7 (vía Ricardo Rull)

By J.Morgan en Canarias7 (vía Ricardo Rull)

Si comienzo diciendo que toda empresa funciona como una gran familia, lo mismo mi tasa de rebote se dispara peligrosamente. Si hubiera podido, yo también hubiera cerrado inmediatamente la ventana de mi navegador cuando hace unos días un CEO me dijo aquello de «Eso no ocurre en mi organización, Xenia. La empresa que yo dirijo es como una gran familia. Y como toda gran familia, hablamos«.

Hacer la analogía hoy día de las organizaciones como estructuras familiares tiene tintes hipócritas o de ceguera premeditada. Asumiendo que existen similitudes formales como la jerarquía, la existencia de normas escritas y no escritas o los procesos de comunicación formal o informal que se establecen en ambos ámbitos, me parece de una gran torpeza vital no querer ver la realidad en la que uno está inmerso.

No son pocos los que ven similitudes entre la familia y la empresa. Tampoco es de extrañar, teniendo en cuenta que pasamos -en el mejor de los casos- 8 horas al día en la organización para la que trabajamos y de la que para bien o para mal nos sentimos parte. Se establecen vínculos, existen las relaciones de parentesco, se satisfacen necesidades básicas, hay continua interacción entre sus miembros, afinidad, etc., etc.

Pero dejemos a un lado el ya manido sentimiento de pertenencia y hagamos alarde de una gran imaginación suponiendo que España está en crisis.

Una crisis ocasionada -sigamos imaginando- por una burbuja inmobiliaria; o por una crisis crediticia e hipotecaria; o por una elevada inflación planetaria; o por el deterioro de nuestra productividad con respecto a los demás países.

Sea cual fuere el motivo, imaginemos sólo por un momento que los recortes llegan hasta límites descabellados. Y que nos bajan el sueldo, nos desahucian, nos recortan en sanidad, en educación, nos despiden sin miramientos, nos suben el IVA, el IRPF, suben las tasas universitarias, hay que pagar los medicamentos y las tasas judiciales dejan de ser tasas para transformarse en elemento disuasorio de cualquier reclamación justa.

Y nos privatizan los sueños.

Supongamos que, como consecuencia de todo lo anterior, nos vemos obligados a adaptarnos a un cambio que se torna permanente.

«Eso no ocurre en mi organización, Xenia. La empresa que yo dirijo es como una gran familia. Y como toda gran familia, hablamos«- insiste.

¿Cómo se comportará este señor realmente en su familia?, me pregunto. ¿Qué medidas tomará? ¿Qué medidas toman a nuestro alrededor?

  1. Normalmente se establece un nuevo orden de prioridades que todos los miembros de la familia entiendan y conozcan, de forma que todos sepan a qué atenerse. Es decir, se comunican esas nuevas prioridades.
  2. En función de esas prioridades, vemos de dónde podemos recortar: nada de lujos innecesarios, tupper diario para todo el mundo, ahorramos en luz, el teléfono, las salidas, etc. Hay familias en las que estas medidas se toman y se acuerdan entre la mayoría de sus miembros.
  3. Dependiendo de los valores familiares y de la madurez de los hijos, abuelos, hermanos, o de todos aquellos que convivan, se decide qué y cómo comunicamos.
  4. Se habla, se habla y se habla. Y por supuesto, se aceptan las sugerencias, las críticas y las observaciones.

Pero en tiempos de crisis, escupía hace unos días un buen amigo, las empresas quitan la máquina de café y eliminan el presupuesto en comunicación interna. Así comienzan a recortar: eliminando lo que consideran anecdótico y decorativo.

La transparencia es la clave de todo este engranaje; y la comunicación la mejor herramienta. En estos duros momentos, los empleados quieren sentirse como miembros de un proyecto. Necesitan que no se les engañe, poder opinar, tener la información para contribuir a la resolución de problemas y ver que las acciones de aquellos que se denominan sus líderes hacen lo que dicen y dicen lo que piensan.

Sin embargo, en situaciones extremas como las que muchos estamos viendo, transparencia y comunicación no siempre van de la mano. A veces ni siquiera se saludan.

¿Qué ha hecho recientemente ese mismo CEO en su empresa?

  1. Pues ha establecido un nuevo orden de prioridades que SÓLO algunos directivos de la organización entienden y conocen, de forma que NADIE sabe a qué atenerse.
  2. En función de esas prioridades, los mismos artífices del plan deciden de dónde se puede recortar. Casualmente, esos recortes cumplen a rajatabla el Principio de Pareto o la regla del 80/20, donde el 20% decide sobre los recortes que aplicarán al 80% restante del personal.
  3. Culpando a la cultura corporativa y al talante poco dialogante de sus empleados  ha decidido que cuanto menos cuente, mejor.
  4. Insiste que en su empresa el personal habla y se le permite expresarse (normalmente en los pasillos) aunque no hay nadie que tome buena nota de esas opiniones olvidando la escucha activa.

Así que a la hora de abordar situaciones críticas como las que estamos viviendo, las empresas lanzan una plataforma corporativa 2.0 mientras afianzan actitudes 1.0. sustituyendo la palabra por el silencio.

Es imprescindible  que el directivo adopte la coherencia, transparencia y la comunicación como preceptos fundamentales. Porque aunque nos parezca que los empleados no escuchan lo que dice la dirección, sin duda la están observando.

Y el silencio como ausencia, lamentablemente, se da en las mejores familias. Ya lo decía el poeta.

ME GUSTAS CUANDO CALLAS porque estás como ausente,

y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.

Parece que los ojos se te hubieran volado

y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma

emerges de las cosas, llena del alma mía.

Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,

y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.

Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.

Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:

déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio

claro como una lámpara, simple como un anillo.

Eres como la noche, callada y constelada.

Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.

Distante y dolorosa como si hubieras muerto.

Una palabra entonces, una sonrisa bastan.

Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

Pablo Neruda

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4 comentarios

  1. Buenas tardes, amiga mía.

    Mucho me alegra ver a Morgan por aquí: estoy seguro de que él también se alegraría. Y lo estoy porque si uno estudia un poco el mensaje de este humorista, llega a la conclusión de que ambos estáis diciendo lo mismo.

    La comunicación, especialmente a la hora de afrontar crisis, es una de las herramientas que más necesita un manager. Tanto la comunicación interna como la externa.

    No sólo empresas: gobiernos, partidos políticos, sindicatos y todo tipo de organizaciones terminan cayendo en la misma trampa; cuanto más necesitan de esta herramienta es justo cuando empiezan a prescindir de ella.

    Afrontar una crisis empresarial no es fácil, bien lo sé por experiencia propia. Pero he aprendido que es en estas circunstancias, como en el mar cuando hay mal tiempo, cuando se distinguen los buenos líderes de los malos.

    Siguiendo con el ejemplo náutico (analogía muy típica, como la de la familia), ante un temporal lo primero que se necesita es que el capitán tenga serenidad para afrontarlo. Pero lo segundo, imprescindible, impepinable, es que el capitán transmita, comunique esta serenidad a la tripulación. De otro modo será imposible controlar tanto al pasaje como al buque. Y cuanto peor se ponga la cosa, más necesidad tiene el capitán de transmitir esa serenidad.

    Pero cuando te dedicas (abordo o en la empresa o en el gobierno o en cualquier organización) a dar prioridad a lo urgente sobre lo importante, perdiste.

    • No llames mi urgencia a tu falta de planificación, escuché no hace mucho a un técnico dirigiéndose a su jefe. Y es que en este ámbito de la comunicación, y ahora sí que da igual si es empresarial, política o institucional como bien dices, gastamos la mayor parte de nuestras energías en apagar los fuegos de otros.

      Estaría bien, de vez en cuando, detenerse a pensar hacia dónde vamos, porqué, qué y cómo comunicamos (ya sea hacia dentro o hacia fuera) y qué objetivo pretendemos alcanzar.

      Yo no he afrontado nunca una crisis empresarial propiamente dicha, aunque desgraciadamente he presenciado varias institucionales en organismos de muy diversa índole. Y la gran mayoría de las veces, me he sentido como un barco a la deriva.

    • Te doy toda la razón. Lástima que nos empeñemos en imitar lo malo en lugar de lo bueno que vemos a nuestro alrededor…. De todas formas, yo conozco familias que se han puesto normas muy sanas como decálogos sobre el uso del móvil. Por cierto, que eso se merece todo un post 🙂

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