Escaparates de Santiago

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escaparateTras la noche de amor, despertó envuelta en pintadas, su piel escrita con gritos ajenos. Bajó la mirada hacia sus pezones, ahora granates. «Eres muy divertida e inteligente para ser una chica», le había dicho. Ella lo miró como enamorada y entonces, por toda respuesta, él le pidió: «Ahora sírveme. Tengo hambre». Pero como ella no supo, le arrancó los brazos.

Al poco hubo una nevada, y las calles se vistieron de nieve. La noche se derramó en el soñado hogar y él se lamentó: «No entiendo cómo no sabes esquiar con lo divertida e inteligente que parecías». Pensó al instante que no le bastaba con los brazos que no supieron servirle, así que le extirpó también las piernas.

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Ella estornudó de frío. Cuando abrió los ojos de nuevo tras el espasmo, yacía en el escaparate de una tienda del barrio, junto al chino, con las piernas y los brazos expuestos lejos de ella. «No llores. Es de niñas. Y tú eres una muñeca», le susurró el dependiente en el oído izquierdo antes de retirar los restos de la ropa de temporada. «Si quieres te pongo las piernas más cerca», añadió conmovido al ver aquellos ojos llenos de vida. «Aunque a las mujeres no le gustan los hombres buenos», recordó. Y antes de colocar las nuevas prendas de saldo, se llevó su cabeza.

Xenia García
Escaparate. Santiago de Compostela.

 

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