Filias

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Tenía 16 años cuando juró que si su abuela sobrevivía, no volvería a masturbarse. Candela cumplió su promesa con vocación durante todo el mes de febrero. Un largo paseo en bici y revivir las palabras de la Madre Antonia conseguían solazar su mente.

Así prosiguió hasta que yo, el más popular del instituto según sus allegadas, comencé a interesarme por ella. Sus periplos a dos ruedas se prolongaron y decidió llevar siempre una foto de la religiosa en el bolsillo trasero de sus pantalones. Una gélida segunda epidermis que buscaba únicamente disuadirme. Pero ninguna templaza fue suficiente cuando se trataba de mitigar el latigazo del bajo vientre y aquel pálpito continuo que erizaba nuestra piel. Jamás pudo perdonarse que la noche que finalmente sucumbió al deseo, el corazón de su abuela se detuviera.

“¿Duermes?”. Ahora soy su marido y buceo entre sus muslos semiapretados para poseerla. Candela intenta zafarse aleteando pestañas somnolientas de negra apatía. Sé que sus pupilas procuran evocar algún recuerdo que desempolve el deseo de entonces. Yace rígida. “¡Ay, Candela! Pobrecito Drako, cada día más enfermo”. Enveneno su oído. Y ella musita un juramento inaudible contra la almohada que poco a poco ha de tornarse en gemido.
Xenia García

(Relato presentado en la cuarta propuesta de Esta noche te cuento, con motivo del Tour de Francia y la vuelta ciclista a España. El reto en esta ocasión ha sido 200 palabras e introducir en el relato la palabra bicicleta).

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