La indigencia ya no viste de harapos

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Serpentear por las calles sevillanas te ofrece recompensas maravillosas. Disfruto Sevilla sin chovinismos, con la inocencia de redescubrir mi ciudad después de algunos años vividos en el norte.

Últimamente, las calles de Sevilla duelen un poco más. Perderse por una ciudad también implica llevar los ojos abiertos. No sólo los comercios cerrados, locales en venta o en alquiler han modificado el paisaje urbano. Hace poco, leía sobre el incremento de comedores sociales en España. Algunos llegan a ofrecer casi 300 comidas calientes diarias. Un dato espeluznante si nos ponemos a calcular cuántas familias recurren a ellos.

Paso habitualmente por el comedor social cercano a la Plaza del Pumarejo. Para quien no se haya detenido nunca, colas interminables de personas mirando al vacío, mesas repletas con tertulias animadas, como si una vez dentro, la angustia fuera menos angustia al saberse compartida.

La indigencia ya no viste de harapos

By Xenia García

 

La indigencia y la desesperación en España ya no visten de harapos ni hablan con deje extranjero. Van con camisa y pantalones vaqueros, con las manos metidas en los bolsillos, cabeza gacha y con una profunda tristeza en la mirada. Así me encontré yo en esa cola con un compañero de la facultad.

Toparme con Fulanito fue como despertar de golpe de un estadio de quimera absoluta. No hay palabras cuando los nombres propios que han formado parte de nuestra vida llevan de pronto apellidos tan crueles como la miseria, la penuria o la necesidad.

Fulanito tiene treinta y tantos. Estudió periodismo. Hizo sus prácticas y trabajó bajo el paraguas de una beca sin remunerar. Tuvo tiempo de hacer sus pinitos como camarero, oficinista y redactor. Conoció a Fulanita y tienen dos hijos.

Fulanito también lleva el atuendo del desamparo. Sobre todo en sus ojos. Miró hacia abajo como el niño al que le han pillado en una canallada. En su mirada abochornada, sólo había una profunda tristeza. Igual que en la mía.

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6 comentarios

  1. Xenia, se me ha escapado una lágrima al leer tu artículo. No sé donde vamos a llegar … tampoco se que podemos hacer … Gracias, por hacer algo.

    • Gracias a ti por detenerte y escribir en este rinconcito. Ya ves. Al principio de este proyecto (del blog, quiero decir)la intención era limitarme a hablar sobre temas profesionales. Luego miras a tu alrededor y es imposible no conmoverse. Me niego a este pensamiento positivo impuesto por muchos para silenciar injusticias y responsabilidades. Por poco que podamos hacer, siempre hay un margen. Muchas gracias otra vez por tus palabras.

    • Mónica, muchas gracias por compartir. Hoy día, es complicado echar un vistazo a nuestro alrededor y no ver nada crudo o desgarrador. Me cuesta mucho hablar sobre comunicación o social media cuando la realidad nos aplasta de esta forma. Así que de nuevo, gracias por tus palabras.

  2. Ay amiga…tengo un nudo que no va ni pa’lante ni pa’tras, se ha quedado bien quieto en la garganta. Lo que escribes, me recuerda a hace años (aquéllos en los que bailábamos juntas todo lo bailable), cuando, después de aparcar el coche, se acercó «un gorrilla», un chico demacrado, sucio, con un pelo rubio revuelto que, después de mirarme fijamente, me dijo: «USTED es Ana Rosa, verdad», a lo que le contenté: «sí, pero POR FAVOR, no se te ocurra hablarme de usted». Ese chico, con el pelo rubio revuelto, pasó todos los días de nuestro primero de BUP, a buscarme a mi casa para ir juntos al instituto.
    Tristeza, mucha tristeza.

    • Madre mía, Ana Rosa….. la realidad siempre supera a la ficción. Y ese chico rubio podemos ser cualquiera de nosotros en cualquier momento….

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