Los sueños que habito

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Hay noches en las que mis párpados me narran historias futuras. Son esos momentos – cuando el silencio no pesa y el cansancio de la jornada apenas ha llamado a la puerta- los instantes que eliges para asomar la cabeza por debajo de la cama.
Mi marido no sabe que te contoneas entre las sombras desnudas para susurrarme palabras al oído. Y los niños suelen dormir tan profundamente que sólo intuyen tu presencia entre fantasía y fantasía. Únicamente yo puedo olfatear ese deseo por aproximar tus labios a mi almohada. Como aquel día que me hablaste de los lápices olvidados en cajones de poetas alicaídos. O sobre aquella mancha de vino testigo de las soledades compartidas de los amantes.
Recuerdo cómo una noche el desamparo de un perfume sobre el que cuchicheamos unos minutos se agarró dentro y creció en su propia historia mientras mi aliento se acompasaba con el tuyo. O aquel crepúsculo lluvioso en el que me describiste a Lucía. Pálida, olvidada y aterrada al destapar las primeras canas frente al espejo, mientras tiraba poco a poco de su existencia blanquecina hasta quedarse postrada frente a frente con su miedo a envejecer.

Acaricié nutridas noches en las que me hablabas de primeras veces ajenas. El primer adiós de Laura, la primera decepción de Sebastián, el primer encuentro de dos cuerpos desnudos. O cómo Juan, con sólo 7 años, lanzó por el retrete su inocencia tras ser testigo del primer exabrupto cometido por su padre. Casi pudimos escuchar el rugir de la cisterna.

Escribir una historia es habitarla, me dijiste. Hay que dejarla macerar. En esa tierra de nadie donde duermen los sueños.

Hoy hace ya una semana que no te arrastras entre las sombras para compartir desvelos conmigo. ¿Sobre qué escribirías si escribieras?, me preguntaste antes de marcharte. Y yo continúo acunando todas las noches -mientras te espero-  a Lucía, a Sebastián, a Laura. A Juan. A los lápices olvidados de poetas inapetentes. A los restos de vino que enturbiaron los recuerdos. A las primeras veces. A la pérdida de la inocencia. Al miedo a envejecer. Al temor a vivir.

Esta mañana mi marido me ha besado en la mejilla por última vez antes de marcharse, mientras apartaba molesto los restos de las historias de anoche. Somos demasiados en esta cama, fueron sus palabras.

@XeniaGD

Imagen: tomada de la Escuela de escritoras Helvéticas.
[box] Primer premio del VI Concurso Helvéticas «¿Sobre qué escribirías si escribieras?» Diciembre 2013[/box]
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6 comentarios

  1. Te he conocido por G+ Ricardo Rull lo ha posteado, el relato es magnífico y ese que escribirias sí escribieses te hace pensar.
    Precioso, gracias por escribir
    Clara

    • Muchas gracias a ti por leerme, Clara. Ricardo Rull es uno de esos amigos virtuales que las redes sociales te regala de tanto en tanto, aunque no nos conocemos personalmente.

      Bienvenida a mi rinconcito y feliz inicio de año 🙂

      Xenia

  2. Precioso relato Xenia,esta lleno de las nostalgias que todos guardamos y del humor que se necesita para vivir.Enhorabuena

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