Caprichos del destino y otras casualidades

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» Podría contar mi vida uniendo casualidades.»
Los amantes del Círculo Polar

De 7,00 a 15,00 horas y de lunes a sábado tras 1 hora de trayecto en 2 autobuses. 15 días de vacaciones y 15 minutos para un bocadillo engullido a ritmo de segundero en su silla de trabajo. Contrato de aprendiza. Sin derecho a finiquito y muy probablemente sin saber siquiera que existía. Salario de 200 pesetas semanales (que la necesidad parece menor si se vislumbra cada 7 días).  Para ellas. Unas cuatro veces más en el peor de los casos para ellos.

Contaba entonces 15 primaveras. Así era la jornada laboral de mi madre cuando en 1966 comenzó a trabajar en Confecciones Semengar antes de que la crisis del textil, el oportunismo y las huelgas de los años 70 -según algunos- pudieran con la fábrica sevillana y Semengar tuviera que cerrar por expediente y suspensión de empleo.

E. Domínguez Pérez. Año 1970

E. Domínguez Pérez. Año 1970

La antigua nave de Sebastián Mendoza García (Semergar) se erguía orgullosa mirando al río Guadalquivir en la calle Torneo, en un edificio vestigio del modernismo sevillano de Aníbal González que más de 40 años después -digamos que por caprichos exhuberantes de la vida- yo recorrería a diario durante más de una década de la mía.

En Semengar, casi 1.000 trabajadores confeccionaban pantalones, americanas, abrigos y camisas para ciertas marcas populares de la época, cuando la calidad de las puntadas importaba y un abrigo tenía que cumplir su misión durante varios lustros y a ser posible para más de una persona.

“Semengar, Semengar, Semengar es bien vestir, vista prendas Semengar” se escuchaba entonces en Radio Sevilla.

Fachada calle Torneo, 26 en 1960.

ICAS-SAHP – Fototeca

La división del trabajo en función del género era casi cuestión de decencia. Y decentes, en los 60 y 70, había muchos.

De ahí que ellos fueran los señores, y ellas, las niñas.

La mayoría de ellos, supervisando el trabajo de ellas. Para que no se detuvieran innecesariamente las máquinas de coser ni levantaran la mirada de pespuntes, ojales y dobladillos. Algunos -muy pocos- cortando o planchando. Porque zurcir era una tarea degradante para el hombre. En cambio, a la mujer, le venía en su ADN. Como las virgueras remendaban en la Edad Media la honra de las señoritas para restablecer la inocencia perdida.

Ellas, cosiendo. Ellos, pitillos en mano. Supervisando. La producción en cadena es lo que tiene. Mis solapas esperan de tus bolsillos. Y tus bolsillos de sus ojales. Solapas, bolsillos y ojales se solidarizan pero necesitan de ojos inquisidores para que ninguna pieza se detenga y retrase al resto incumpliendo plazos de entrega.

Anda, Juana, afloja el ritmo que necesito ir al baño. Y Juana relajaba la muñeca y la vista para que la ausencia de un babi azul en ese mar zurcido, pasara inadvertida a la mirada del maestro. Faltaría más. Hoy por tí y mañana por mí. Que necesidades tenemos todas.

Las virtudes familiares eran el manto de protección de las decisiones empresariales de entonces. Por eso no había casadas ni embarazadas entre la plantilla. Que todos sabemos que cuidar de la prole requiere de la plena supervisión femenina. Y la familia es un estorbo para el empresario (más o menos como ahora). Ya coserán las nuevas niñas bajo los ojos atentos de los mismos Ellos de uñas amarillentas.

Mi madre trabajó durante 6 años en la sección de americanas, hasta que le llegó esa falacia que hoy algunos califican como libertad de elección. La vida -o su destreza- le brindó la oportunidad de elegir. Así pudo optar entre la sangrante precariedad laboral que disfrutaba o una nueva precariedad desconocida.

Recordando a través de los ojos de mi madre me sigo acalorando por las condiciones laborales que anulan al trabajador y aniquilan a la persona. Los mileuristas dejaron de ser tragedia cuando se inventaron los minijobs. Más de lo mismo con la indumentaria postmoderna de la liberación. Porque ciertamente somos libres de elegir entre la precariedad y el paro con una gran sonrisa. Una auténtica orgía de la apariencia.

 Como aquel maestro que a menudo, para demostrarse a sí mismo que antes que monje había sido fraile, gritaba ¡Así no, Conchita!  Te he dicho mil veces que las solapas se hacen asao.

Y antes de que la sirena alegrara 800 corazones marcando el final de la jornada, ese otro maestro se acercaba a la misma Conchita para enmendar la plana y demostrar que él también sabía. ¡Asao no, Conchita! ¡Que las solapas se hacen así!

Cuenta mi madre que un día, después de varios asís y violentos asaos, Conchita no pudo más. Se sacudió el babi de hilos y miedos.

 – El maestro Sánchez me acaba de decir que no lo haga así, sino asao.

– Me importa una mierda. Te he dicho que lo hagas así.

– Pues poneos de acuerdo. Si no, haced las solapas vosotros con los cojones.

Y Conchita fue Concha desde ese instante en el que las máquinas de coser se silenciaron por el atrevimiento. Concha castigada. Concha despedida. Concha ultrajada.

Pero en un alarde de valentía colectiva, las 200 niñas de la sección -a falta de representantes sindicales ni nada que se le soñara similar- consiguieron a base de diálogo que aquel asunto de los cojones quedara testimonialmente en una semana de escarnio público.

Creo que no heredé de mi madre -sino de mi padre- este carácter transgresor y pirómano de injusticias, porque ella me narra las anécdotas con la paz que ofrece el saberse lejos y a salvo, mientras mis ojos se incendian al transcribirlo por palparlo cada vez más cercano y peligroso, doliéndome las generaciones venideras.

También yo tuve mis devaneos con prácticas abusivas en los inicios. Por eso quizás, que atendieran mi solicitud para ser becaria (¡remunerada!) en 1998 fue todo un desatino. Y luego una entrevista, con una prueba de aptitudes y actitudes. Finalmente, una llamada de confirmación para comenzar la beca de periodismo.

Mentiría si dijera que creo en el destino. No sería honesta si ahora -en un intento de crear la tensión argumental necesaria- confesara que al entrar en la sede del entonces Instituto de Fomento de Andalucía (ahora Agencia IDEA) mi primer día de trabajo sentí algo. Un erizarse la piel. Una corriente de aire. Un cosquilleo en la nuca. Una pista o una punzada.

Mentiría también si no dijera que, aunque la vida tenga estos conatos de predestinación, parece que nuestra existencia es puro azar caprichoso. Y a veces los episodios los hilvanamos nosotros. Como yo aquel día, 40 años después y cuando ya no había rastro alguno de remiendos, recorriendo tímidamente los pasillos del I.F.A.  para no perderme en sus recovecos.

Qué edificio, mamá. Qué distribución más extraña. Pasillos que no llevan a ninguna parte.

Tardamos meses en hilar nuestras casualidades. Meses en darnos cuenta de que donde yo veía diariamente algo más de 100 puestos de trabajo con ordenadores entre las bocanadas de humo (sí, sí, se fumaba), mi madre convivió con casi 1.000 personas que se hacinaban entre remiendos de lana y algodón.

Que en el mismo edificio donde ella ensordecía al escuchar la sirena, yo sigo las normas del control de presencia de turno. Y donde ella decía tímidamente señor con la mirada gacha, yo trato a los caballeros como iguales y colegas. Porque el respeto dejó de ser una cuestión de formas verbales.

Donde ella tenía que pedir permiso para ir al baño, ausentarse o levantarse, yo me muevo sin recriminaciones.

Pero de tarde en tarde, cuando subo al departamento de RR.HH. me da por imaginar a 200 mujeres abogando por Conchita ante la injusticia cometida. Y entonces me embarga una enorme congoja. Porque habremos todos conquistado muchas batallas. Habremos evitado muchos atropellos y tiranías. Pero ahora estamos tan obcecados en perpetuarnos y sobrevivir, que el dolor ajeno escuece un poco menos. Y a golpe de acostumbrarnos a la tragedia del que hace los ojales o las mangas, mejor no significarnos y continuar con los bolsillos.

Para que no pare la máquina y nos señalemos. Para que coetáneos Ellos puedan seguir alegando que vivimos de vicio comparado con hace unas décadas. Que antes sí se trabajaba, no como ahora. Que esto es como coser y cantar.

@XeniaGD

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14 comentarios

  1. En el entrebesado mapa cósmico las casualidades son las salidas por donde entramos a nuestras vidas.Gracias Xenia,precioso recordatorio

    • ¡Gracias Gloria! Yo tengo unas cuantas anécdotas-casualidades muy simpáticas en mi vida, aunque ésta es una de las más curiossas, la verdad 🙂

  2. Yo estuve en semengar desde sus inicios, comenzó en c/Becas un almacén de recepción de mercancías de almacenes Sevilla (alsesa), a la que pertenecía semengar, también compartió domicilio con semengar señora, en c/ santa clara-teodosio-dalia, tenia entrada por los tres sitios, esto era en el palacio de santa coloma, aun existe, después paso caballero a la c/ torneo-mendigorria-alvaro de bazan, teníamos acceso por las tres calles.
    Fueron unos tiempos de muchas injusticias como bien indicas, yo entre en alsesa en 1958 y me dieron de alta en el 1961, eso pasaba en esta empresa y en todas, pero si tengo que decir que esta empresa era la que mejor pagaba en la sevilla de aquellos tiempos también teníamos 4 pagas extraordinarias, todo es bueno mencionarlo, también se hicieron huelgas por autenticas chuminadas como sabotaje con piquetes en los delanteros de las camisas, efectuados con la cuchilla de la maquina de ojales.
    Despues de cerrar y pasados algunos años me encontré con una de las sindicalistas promotora de aquellos movimientos,no voy a dar nombre no viene a cuento, me comento las barbaridades que se cometieron y ella la primera, con lo bien que se estaba en esta empresa y lo bien que pagaban, me sorprendió esta mujer.
    Te cuento esto porque a cada uno nos fue de una forma, yo no se que pasaba en las cadenas de montaje, no pongo en duda lo que dices, porque mi puesto estaba en la comercial.
    Me ha gustado mucho leerte, se debería de crear un foro del personal de semengar, yo no se hacerlo.
    Saludos de Pedro de la comercial.

    • Hola Pedro,
      encantadísima de que hayas dado a parar con este post y que nos cuentes tu experiencia 😉 Como bien dices, supongo que cada uno en función del trabajo y de si era hombre o mujer, tendrá unos recuerdos u otros. Tengo que confesarte que en mi post hay algunos datos (todos los que he podido conseguir) y mucho de imaginado por mí leyendo sobre los talleres de confección de la época.

      Los ejemplos que he dado sí que fueron reales, y me animo a pensar a que hubiera muchos más que los 15 añitos de mi madre -y su inocencia- no le dejaron ver.

      Ella terminó en 1972 y se marchó a Induyco por ofrecerle mejores condiciones laborales. Sobre lo de las 4 pagas extraordinarias, no lo mencionó. Pero descuida que le preguntaré, para no faltar a la verdad. Aunque, ¿pudiera ser que a las niñas de los talleres no se las dieran?

      Las huelgas por estupideces que mencionas tampoco lo puedo poner en entredicho, porque tú estabas allí y yo tan sólo he ido recogiendo retazos de uno u otro sitio. Ha pasado en todas las épocas, aunque creo que el movimiento reivindicativo comenzó unos años más tarde, y por eso mi madre no lo recuerda.

      Y finalmente, sobre el foro de antiguos trabajadores de Semengar, sé que hace unos añitos se organizó una visita a las instalaciones de lo que es ahora la Agencia IDEA. ¡Lástima que yo no estuviera! Si se vuelve a repetir contactaré contigo 🙂

      Gracias de nuevo por pasarte por este rinconcito.

      Un saludo.

  3. Hola Xania,
    ante todo agradecerte el haberme traído tantos recuerdos, la foto de torneo me ha gustado mucho no solo por lo que respecta al trabajo, me crié en una casa de vecinos de la c/Teodosio, ese muro de torneo me lo he saltado muchas veces de niño para ir a bañarme al rió.

    Dices que tu madre se marcho a induyco, se fueron muchas por las mejora económica.

    Posiblemente lleves razón en lo de las pagas, los que procedíamos de alsesa ya la teníamos, en el taller no lo recuerdo.

    La foto que pones la recuerdo perfectamente, me parecía mas bien tímida, debe de tener algunos años menos que yo, que he cumplido en Agosto 70.

    Yo emprendí la carrera como autónomo, agente comercial colegiado, lo que me fue bastante bien afortunadamente, firmé
    baja voluntaria para poder ejercer con total libertad y representar varios fabricantes.

    Me encanta leerte tienes una gran facilidad, no es solo por tus estudios, otros tienes tus estudios y no tienen esa fluidez tan bonita de decir la cosas, me encantas.

    Dale mucho recuerdos a tu madre de Pedro de la comercial, creo que se acordara de mi, en esta sección no habíamos demasiados.

    Y tu recibos un cordial saludo de este compañero de tu madre que ha tenido la suerte de leerte por casualidad.

  4. Xenia, no se que distribución tiene hoy ese edificio, te leo pasillos no recuerdo ninguno, eran naves dentro del mismo edificio y un sótano, bueno sótano visto desde torneo, visto desde mendigorria planta baja, debido al gran desnivel de una calle con otra.

    Antes de semengar aquello lo ocupo una fabrica textil, Marin Caballero, fabricaban los medios anchos (rayas que aun se emplea en los trajes cortos de caballero y en los de monta campera), también los famosos driles, para este tipo de fabricas se necesitan espacios muy amplios.

    Respecto a los empleados 1000, los podría tener induyco o edlitam, semengar no alcanzo esa cifra, bastantes menos.

    Al maestro que haces referencia, me acuerdo de el, no era un gran profesional las chaquetas no quedaban bien y quería echar la culpa a las costureras, eran sus patrones los que no quedaban bien, apareció un joven que estudio sastrería no recuerdo el nombre, saco unos patrones perfecto, como es natural se lo llevo induyco.

    Respecto a la hora del bocadillo yo recuerdo que era de 10,30 a 11, y las operarias podían ir donde querían, muchas salían y otras venían a la sección comercial para hacer compras para sus familias o amigos,todo esto bocadillo en mano, yo las atendía a diario.

    Espero seguir leyéndote aquí y en tus textos.

    Xenia un cordial saludos, hasta otro día guapa.

    • Hola Pedro,

      intenté localizar el proyecto de rehabilitación pero no hubo forma. Si consigo alguna foto de la maqueta del edificio, te la envío sin falta para qu puedas verla. Ahora sí que hay pasillos. Ten en cuenta que hay despachos y zonas diáfanas donde compartimos espacio de trabajo.

      La parte central sigue siendo circular. Supongo que tendrá que ver con los telares. Y se mantienen las dos puertas de entrada. Po la calle Torneo y por la calle Pizarro, lo que era antes el sótano.

      Encantada de verte de nuevo por aquí 😉

      Xenia

  5. Hola soy Mary yeye.yo trabaje en Semegar en esa época y conocí Pedro de la comercial y no me fui a Induico me quedé hasta que cerraron.y sí eso de castigar a las trabajadoras por cualquier tontería es verdad a mi me castigaron porque en vez de llamarme por mi nombre desde la otra punta de la cadena de producción me gritaban yeye y como no le contestaba porque le dije que yo tenia nombre, una semana estuve castigada en mi casa suspendida de empleo y sueldo.
    Conocí a Sanchez

    • Hola Mary yeye 🙂 Gracias por contar tu experiencia. Estoy segura de que habría muchos casos como el tuyo. Pero claro, cualquiera se atrevía a protestar…

  6. Hola Xenia; perdona por haberme involucrado en esa historia que me parecía la mía,pues si en esa época se estilaba esa manera de tratar a las mujeres y tengo un vago recuerdo de aquello que le pasó a tu madre aunque no le pongo cara,yo si proteste porque me llamaba a gritos y en éste caso fue Clavijo que era el encargado de la sección de americanas, la siguiente vez fue Antonio Sanchez y Moreno no lo consintió. Bueno si puedes le das recuerdos a tu madre y le dices que se ha organizado un grupo por whatsapp

    de antiguos compañeros de Semengar si tu madre quiere compartir con nosotros las vivencias que tuvimos cuando estuvimos en Semenar me lo dices y la pongo en contacto con el organizador y a Pedro que le daría mucha alegría de saber de los compañeros que ya hay de la Comercial,y a ti pues tú has tenido una experiencia en el histórico y emblemático edificio de lo que fue SEMENGAR a mi me estremeció tu historia. A y lo de Mary yeye fue como a gritos me llamaba Clavijo hasta que le bajaron los humos,Saludos XENIA.

    • Hola Mary Carmen. Encantadísima de que te entrometas en la historia. No sabes la alegría que me da leerte. Sé que hace unos años, cuando yo estaba viviendo en el Norte, se organizó una visita de antiguas trabajadoras de Semengar al edificio donde yo trabajaba.

      Le he dado recuerdo a mi madre de tu parte. Le pasa un poco como a tí, que no recuerda muy bien las caras y los nombres. Normal, por otro lado. Ella tenía 15 años (es la que aparece en la foto de este post). Le diré lo del grupo de Whatsapp por si quiere estar al día.

      Gracias otra vez por escribir. Un fuerte abrazo.

  7. Hola Xenia. no sabes cuanto me alegra de que me conteste y dejarme seguir con este recuerdo de antaño. Es normal que no recordemos los nombres y las caras pues como tu dices en tu relato en esa época no podíamos levantar la cabeza de la maquina,se consideraba como una interrupción del trabajo y eso estaba penalizado,afortunadamente al paso de los años cambió la historia y eran mas tolerantes que es cuando dice Pedro que íbamos a la comercial a comprar, pero en la época del mis principios en Semengar nos comíamos el bocadillo en nuestros puestos de trabajo y al terminar ir al servicio para no tener que perder el tiempo en horas de trabajo,yo cuando entré estube en Americanas en el forrado de sisas que era donde íbamos las aprendizas yo tenía 14 años cuando entré, tu madre no estaría muy lejos de mi, creo, si estaba en solapas,recuerdo que los encargados eran Antonio Clavijo,Paco Galindo,Pepa y Matas.creo que Galindo era el que estaba en solapas y forrado y Matas en la plancha grande de calderas.bueno ya voy a dejarlo por hoy saludos a tu madre y para ti. A y sí que fueron un grupo a ver el edificio por dentro, yo no fui me he enterado ahora que en subido fotos de ese día. Ya no te canso más otro día seguiré con mis vivencias en Semengar. Saludos.

  8. Hola Xenia, mi suegro también estuvo trabajando en Semengar unos cuantos años. Él me ha contado muchas batallitas e historias de su paso por Semengar. Me contaba que lo ponían a hacer casi de todo, desde el que abría y cerraba, hasta cortar telas… Me ha contado cosas del Conde de Santa Coloma. Me ha alegrado saber esta historia. Lástima de haberme enterado tarde de lo de la visita al edificio donde estaba la fábrica porque creo que le hubiera gustado. Bueno él se llama Felipe Jiménez por si alguien se acuerda de él. Saludos

    • Muchas gracias, Carlos. En el edificio ya no está la misma empresa, aunque quizás continuen organizando algunas visitas. Puedo enterarme si quieres. Voy a preguntarle a mi madre por el Conde de Santa Coloma. Maravilloso nombre 🙂

      Un abrazo y gracias por escribir, Carlos.

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