Rosa

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Os voy a contar una historia, intentando ser breve. Si tenéis prisa, podéis saltaros todos los prolegómenos e ir al último párrafo.

En una mamografía rutinaria en consulta privada, mi médico vio algo sospechoso que no le gustaba. La mamografía no era en absoluto concluyente. Si no se tratara de mi pecho -si no se tratara del miedo ni de los agujeros que deja- y si hubiera obviado la cara de preocupación del doctor, hasta me hubiera atrevido a afirmar que la imagen era bella, como esas imágenes de universos lejanos, como esas estrellas inalcanzables que nos hacen sentir menos solos aunque estén a 20 millones de años luz de distancia, en la constelación Osa Mayor, por ejemplo.

Luego nos percatamos de que en su centro alberga un anorme hoyo negro: Me aconseja una biopsia. Me la hago. Doce muestras, aguja gruesa. En la camilla, el miedo me paraliza. La enfermera es amable: ¿Estás asustada?, me pregunta. Sacudo la cabeza porque no soy capaz de emitir sonido alguno. El doctor me toma de la mano. Tranquila, que con la anestesia no vas a sentir nada. Estoy por decirle que el dolor no es el problema, al menos no el único, pero el hombre está siendo amable y humano y profesional, así que me contengo. En este último episodio de mi vida me he dado cuenta de que me contengo a menudo, que desde bien pequeñita aprendí -o me enseñaron- a poner diques.

Os voy a contar una historia. Un cuento. Las palabras asociadas al cáncer de mama no son rosa. Nunca escuché un solo vocablo que se asemejara a ese color. Me vendan el pecho. Por la noche vamos al cumpleaños de un amigo y duelen los abrazos.

Pasan los días. Nos adentramos en la Feria de Sevilla. Quemo la feria. Me visto de gitana todos los días. Salgo todos los días y algunas noches. Bailo. Cuando estoy a solas en casa, bajo la ducha, lloro. Lloro mucho.

En mi diario escribo esto:

“Bajo el agua ardiendo de la ducha me masajeo el pecho sospechoso. Quiero ver cómo se siente entero, lleno, por si en algún momento se convirtiera en un puzzle. Hay veces que lo aprieto demasiado y duele, pero es un dolor reconfortante de un ser completo al que no quiero renunciar. No sé por qué me viene el recuerdo de los versos de Jolanta Stefko: “Soñé que yo no existía / y me sentí bien así.” Subo la temperatura del agua para preparar la herida.”

Transcurre la feria de abril y me dan los resultados. Ausencia aparente de malignidad. El radiólogo me tiende el resultado en un sobre que no abre. Quiero saltar de alegría, pero me contengo. Otra vez el dique. El radiólogo, ese que tomó mi mano mientras me agujereaba el pecho, ha dejado de ser indulgente.

Dice: No me creo tus resultados. Tengo más de 30 años de experiencia y no me puedo creer que estos resultados estén bien. Te digo que estamos ante un Bi-Rads 5, con más del 95% de probabilidad de ser cáncer. No te puedo dejar marchar y que vuelvas dentro de un año, porque dentro de un año tu pecho tendrá nombre y apellido, y habrás perdido una oportunidad, quien sabe si la oportunidad.

Digo: Vale.

Vuelvo a los diques y a la contención. Me agarro al 5 por ciento. A evitar cualquier desbordamiento, cuando lo que quiero es derramarme por los pasillos de la clínica. También quiero gritar.

Dice: Resonancia con contraste y biopsia quirúrgica. Hay que quitar la zona.

Digo: Vale.

Vuelvo a intentar que me deriven a la sanidad pública, pero esos mismos doctores -que también trabajan en la pública- conocen de sobra los protocolos. Con estos resultados te mandan a casa, me dicen. A menudo se habla de la prevención, pero la prevención pasa por un diagnóstico precoz para evitar tratamientos más agresivos. La prevención son esos 30 años de experiencia contraviniendo lo que muestra una imagen.

Escribo en mi diario: Es extraño sentir la ausencia de una parte del cuerpo que aún no te han quitado. Supongo que todas las mutilaciones son nostálgicas, además de dolorosas. Sacarán de mi pecho derecho el volumen de un ratón. Moverán el resto para llenar el vacío, como si pudiera llenarse un vacío así, como si pudiera derramarse el vacío hasta hacerlo desaparecer, colmar lo que ya no está con lo que está.

No veo el rosa en ninguna de mis palabras escritas. No sentí el rosa. No lo siento. La resonancia dio positiva. Células anómalas. Los años de experiencia tenían razón. Y sí, me quitaron lo que había que quitar. Esto sí es prevención.

Al comienzo de todo este proceso, inicié los trámites para que me atendieran por la sanidad pública. Aún aguardo esa llamada con toda la esperanza de la que mi pecho es capaz, porque con mi cuadro clínico (doce tubos de una biopsia que no detectó células cancerígenas) ni siquiera me hubieran prescrito la resonancia y sí, me hubieran mandado a mi casa, y sí, en un año -quien sabe si menos- mi pecho hubiera tenido nombre y apellido.

Soy una persona afortunada por haber tenido ahorros con los que hacer frente a esto. Estamos hartos de escucharlo: los privilegios son invisibles. El reconocer públicamente mis privilegios no supone la negación de la discriminación de los otros. Dejo para otro momento las peleas con el hospital para que me dieran un presupuesto desglosado, para saber qué pagaba por cada concepto, para que no jugaran con mi terror a favor de su cuenta de resultados. Dejo para otro momento todas las miserias vividas cuando eres cliente y no paciente, porque no es el sentir de este post.

Así que tras todas las listas leídas durante los últimos días a partir de la publicada por Babelia, aquí os dejo la mía el día de los lacitos rosas:

  • Consulta médica: 150€
  • Biopsia con aguja gruesa: 1032€
  • Resonancia magnética con contraste: 258€
  • Test de antígenos: 40€
  • Preanestesia: 126€
  • Tumorectomía de mama: 3.200€
  • Anatomía patológica: 150€
  • Sujetador post-operatorio: 84€

Esta lista es solo el inicio.

Usemos estos lazos rosas también para ir a votar, para exigir que nuestros médicos tengan medios y para que haya una mayor inversión en ciencia e investigación. Para que TODAS tengamos acceso a una prevención de verdad y no solo las privilegiadas que como yo han podido pagarlo, aunque sea a costa de ese otro sueño, proyecto, plan, que teníamos.

Perdonadme si no hay poesía, que hoy no tenía el ánimo para eso. No pensaba publicar nada, pero luego he caído en muros de mujeres destrozadas que no han tenido mi suerte y no he podido hacer otra cosa. Amo la literatura, pero a veces no entiendo tanta indignación por la ficción y tanta indolencia ante la realidad. Como dijo no sé quién, un vistazo a los libros, y dos a la vida. A la VIDA.

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8 comentarios

  1. Mi querida Xenia, llevo un tiempo en el que deambulo de acá para allá y en el que leo a ratos, escribo a ratos, comento a ratos. Mi única excusa, que no vivo a ratos, al contrario, desde que soy abuela se me llena la vida, los huecos y se multiplica mi tiempo bonito.

    Nuestras vidas son como olas que van llegando y en una de esas olas llegaste tú. Te cogí tanto cariño que me gusta visitarte, aunque sea de tanto en tanto, y me encuentro este artículo, duro, pero necesario, y sobre todo, valiente.

    Esos diques de los que hablas están, esas trabas, están, esos recursos apretados por un lado económico… están.

    Sabía, pero no quería preguntar. ¿Por qué se tiene tanto miedo a preguntar? Así que me limito a leerte, a ver tu sonrisa y tu dinamismo, y mira tú por donde nos unió la vida junto a Sara Mesa y a Laura Fernández, en Sevilla. De ahí me vine con tus «Cárceles de azúcar», que todavía no he podido leer, pero que está al caer.

    ¿Qué decir después de leerte? Que te mando un beso de los míos, que ojalá te pudiese mandar una carta escrita, de esas con dirección que un señor de Correos lleva a tu casa. Que me alegro profundamente que hayas escrito este artículo, por tí, por mi padre, por Mari, por Guadalupe, por Rosario…

    Besos preciosa. (Ya tengo pendiente la lectura de dos libros tuyos)

    • Ay, Margarita, qué bonito lo cuentas. Y qué me alegra leer sobre la multiplicidad de tus tiempos preciosos. Conservo tu carta en una cajita que preside mi mesita de noche, junto a tantos libros por leer que me recuerdan constantemente que esta vida es finita, por más empeño que pongamos en proyectos.

      Muchas gracias por tus palabras y por tu beso. Ojalá volvamos a coincidir pronto. Quién sabe si gracias a Sara Mesa de nuevo, que me presenta la novela el próximo 12 de mayo 🙂

      Un beso enorme. Por todos.

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