(Des) conectados

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Después del “eres más bonita que una comadreja” y de que no me saliera ni un ejercicio del examen que tengo en dos semanas, he decidido salir a correr.

Cuando salgo a correr, me gusta escuchar música. Hace unas semanas -tras la muerte de mis auriculares- cometí el error de ir a comprarme unos inalámbricos con mi hijo. Y ocurrió lo inevitable, claro. Que el entusiasmo, sobre todo el de un adolescente, es contagioso como un virus y al final con su “son chulísimos, comodísimos, ya verás, mamá, cómo te van a gustar” aderezado con su “baratísimo” (el concepto barato de los adolescentes daría para otro post), me dejé engatusar y me los compré.

Vaya por delante que es un objeto al que le declaré la guerra desde que comenzamos a tener relaciones. No conseguí sincronizarlos y escuchaba música por el derecho o por el izquierdo en función de las apetencias del aparatejo. Fui a la tienda con bastante pudor y cierto enfado preguntando por las instrucciones para ponerlo en funcionamiento, y el chico muy amablemente me los sincronizó en seguida. No sonrió ni aguantó las comisuras, lo que agradecí enormemente.

He vuelto a salir alguna que otra vez con los flamantes pinganillos blancos en mis orejas, a veces saltando al compás del ritmo de mi oído derecho; otras veces dejándome llevar por la melodía del izquierdo, en una sumisión total y absurda a la tecnología impuesta.

De vez en cuando, los pinganillos que suenan a su antojo también se caen a su antojo. Así que hoy, para no pisar al desertor por la ribera del río, me he visto saltando de un lado a otro del carril bici con cierto rubor, y he pensado que quizás mi hija tenga razón después de todo y efectivamente sea más bonita que una comadreja. Luego he sentido cierto alivio al comprobar que hay por el paseo más comadrejas que corren y de pronto comienzan a saltar para no pisar sus modernos aparatejos.

Cuando he vuelto a casa tras casi 8 kilómetros saltados, he recordado que me dijeron que para evitar pisar un auricular de estos cuando se cae, alguna marca que escucha atentamente las necesidades de los consumidores ha apostado por crear una nueva línea de productos: se trata de unos auriculares inalámbricos con un cable que los une para cuando sales a correr. Algo así como separarse pero seguir compartiendo piso, o como independizarse pero continuar yendo a casa de mamá a que me lave la ropa y me llene los tupperwares de comida casera; o como pretender ser tecnófilos para encontrar un punto en común de conversación con el hijo adolescente siguiendo sus consejos sobre los auriculares inalámbricos más molones que se caen cuando das dos pasos y llegar a casa para hacer esto: he probado a ponerles este hilo a los bonicos auriculares para que no se me caigan, pensando que esta es una maravillosa metáfora de toda una generación, una imagen del espectáculo más absurdo, todos saltando para no pisar la modernidad más despótica mientras atamos nuestras incoherencias con hilos de colores.

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