¿Qué hacer para que un grano de trigo caiga en la tierra y no muera? ¿Qué hacer para que no quede infecundo? ¿Por qué hay relaciones que florecen y otras que apenas brotan? A los personajes de los veinte relatos que componen El trigo que cae, a veces, les crecen raíces y se agarran a la tierra. Otras, continúan deambulando en busca de respuestas —y quién no— porque desconocen lo que sembraron.
El universo de Xenia García es a la vez íntimo y perturbador, donde nada es lo que parece y la idealización de la maternidad no resulta suficiente para combatir esa rotunda falta de amor que subyace en sus relatos: niñas que se saben niños; madres que escriben para no sentirse escritas; una funcionaria que lo tiene todo, incluido el goce por el sufrimiento; hombres que hacen apología de la sencillez vital y descubren que en la vida nada es sencillo; toda una generación de mujeres con pubis rasurados que empujan columpios atrapadas en su vaivén; el fraude de la simetría en las relaciones; parejas que se despiertan descubriendo una gran verruga entre ellos y que ya no se reconocen, porque un lunar puede ser una montaña que todo lo cambia; la frustrada búsqueda de la felicidad en ese vestir de blanco a una hija; la obsesión por envolver con plástico el mundo para que no se deteriore.
Sobre El trigo que cae han dicho
Xenia García sabe manejar con pericia los ingredientes básicos de un buen cuento: concisión, sugerencia y perspicacia. Su universo nos resulta íntimo y cercano aunque encierra, al mismo tiempo, la sutil turbación de lo inesperado. La voz de esta escritora es tan potente como prometedora. Fue una alegría para mí leer sus cuentos.
SARA MESA
Una inteligencia e imaginación impropias de una escritora inédita hasta ahora.
BRAULIO ORTIZ
Diario de Sevilla