Hace un tiempo surgió la moda entre compañeras casaderas de celebrar reuniones de sexo enlatado como preludio de la despedida a su soltería.
Si no has presenciado nunca un encuentro de tupper-sex en carne propia, te dejo sólo algunas pinceladas insignificantes sobre la última reunión a domicilio en la que estuve, donde mujeres de treintaytantos se asomaban a todo un catálogo de sensaciones – que bajo un módico precio- ofrecían la llave para acabar con la desidia.
Objetos voluptuosos, artillería erótica para ganarle la batalla a la inevitable inercia matrimonial, aromas insaciables y tentaciones con sabores exóticos. La creatividad no tiene límites cuando se trata de derrotar la holgazanería, inapetencia y la abulia de unos sentidos perezosos y anestesiados por la cotidianeidad.
Quizás sea el bostezo continuo de esta sociedad la coartada para que una trilogía como Cincuenta Sombras de Grey venda más de 20 millones de ejemplares. Sin duda alguna, un análisis más profundo da para otro post, así que contengo aquí mis ganas de extenderme tras leerme el primer volumen repleto de fustas y que algunos vinculan con la violencia de género.
Las reuniones de mujeres que compartían confidencias a domicilio comenzó con Tupperware, esa marca pionera de envases que encontró su ventaja competitiva en la forma de promocionar su producto. Reuniones de señoras para señoras y en casa de señoras, mientras sus varones se dedicaban a otras labores.
Una innovación que luego copiaron diferentes sectores como el de los cosméticos, los utensilios de cocina o la conocida Termomix.
Así que, aproximadamente en el año 2000, algún empresario estadounidense avispado pensó que si las féminas eran capaces de compartir sus secretos más íntimos en torno a un frío robot de cocina, qué no harían ante la promesa de convertir cada día en su San Valentín.
A mí siempre me pareció una contradicción meter tus fantasías sexuales en una fiambrera – por mucho que la vistan de maletín rojo aterciopelado– ante la amenaza de la displicencia sexual. No obstante, tiene su gracia ver cómo una asesora de fantasías prohibidas continúa mostrando en el salón de la anfitriona los más diversos artefactos para amenizar vidas sexuales anodinas.
– Este artilugio hace virguerías, nos dijo mostrando su producto estrella.
Y es entonces cuando las mujeres quebradas de risa ahogan el pudor y el sonrojo en carcajadas histéricas.
Claro que las mujeres siempre hemos tenido fama de histéricas. Una reputación, por otro lado, nada gratuita que le debemos a personajes de la antigüedad como Hipócrates y Platón. Este último llegó a afirmar que la mujer, a diferencia del hombre, llevaba en su seno «un animal sin alma». Y es que histéricas eran, ya desde el siglo II, las vírgenes, las monjas, las viudas y, a veces, las mujeres casaderas, porque esta enfermedad exclusiva de mujeres conocida como “útero ardiente” estaba originada por la más absoluta privación sexual y las imposibilitaba para la vida pública.
De ahí que el remedio médico renacentista fuera un mejunje prescribiendo el coito para las casadas, el matrimonio para las solteras y el masaje de una comadrona como último recurso para las histéricas más redomadas.
¿Te has sentido alguna vez irritable, nerviosa o insomne? ¡Histérica!
¿Has perdido el apetito, retienes líquidos o sientes pesadez abdominal? ¡Histérica!
¿Se te ha ocurrido alguna vez tener algún comportamiento extraño fuera de los cánones masculinos? ¿Pensar, quizás?
Se me antoja imposible no padecer una enfermedad que algunos doctores a mediados del siglo XIX describieron con 75 páginas de síntomas similares. De ahí que el paroxismo histérico, eufemismo usado para nombrar al inefable orgasmo femenino, fuera el origen del primer vibrador mecánico en 1870.
– Este artilugio hace virguerías.
Y no puedo sino sonreír al acordarme de anuncios que en 1910 describían así al culpable del paroxismo femenino:
«La cura al envejecimiento ha sido descubierta en las vibraciones. Los más grandes científicos dicen que le debemos no sólo nuestra salud sino también la misma vitalidad a esa fuerza maravillosa. La vibración promueve la vida y el vigor, la fuerza y la belleza. Si su cuerpo vibra, usted se sentirá bien y no enfermara jamás.»
Su comercialización llegó a tal sinsentido que algunos modelos incluyeron un recambio adaptable para convertir el vibrador en batidora en función de las necesidades de cada momento. El colmo del histerismo por un objeto que hizo que en los años 20, los hogares estadounidenses tuvieran más vibradores que tostadoras.
– Este artilugio hace virguerías.
Y pienso en las virguerías de la Edad Media. En ese remiendo en la honra de las señoritas. Por eso, sólo las realizaban las vigueras al desempeñar la ardua tarea de reconstruir el himen de aquellas desdichadas que decidían no esperar hasta el santo matrimonio para dejarse llevar por sus instintos.
Ser virguera era ser una mujer con una misión minuciosa y peculiar en la vida. Los escasos recursos técnicos con los que contaban, obligaban a estas féminas a desarrollar una gran destreza en el ejercicio de su trabajo, ya que tenían en sus manos la rehabilitación social y moral de las doncellas. Sin duda, toda una virguería lo de devolver la inocencia.
La sesión de tupper-sex acaba con el merecido regalo a la doncella casadera, que se lleva toda una cesta repleta de promesas superfluas para embadurnar su futuro. Como si la proximidad del matrimonio fuera la única razón para esta crónica de una muerte anunciada.
Ojalá hubiera remiendo minucioso para todo y no sólo para la honra.
Ojalá bastase una virguera para recuperar la inocencia y la ilusión perdida.
Ojalá pudiésemos remendar la piel adormecida, los ojos lánguidos, la impostura en los sentimientos.
Ojalá entendieran todas las comadronas, alcahuetas, curanderas y perfumistas contemporáneas, que no hay brebaje capaz de remendar una piel disfrazada, una mirada de falso deseo ni las soledades compartidas. Porque siempre quedan costuras y se ven las puntadas.
Ni siquiera con un artilugio que haga virguerías.
8 comentarios
Lo auténtico y su sucedáneo. O su sustitutivo. Es el viejo quiero y no puedo (o no me dejan, o no me alcanza, lo mismo da) que existe en la gastronomía, la electrónica de consumo, e incluso en el amor. ¡Cómo no habría de ser igual en el sexo! Y dentro de estos artículos de tuppersex, seguro que los habrá genuinos y de imitación… En todo caso siempre es peor tirar del sucedáneo si no se dispone de la versión auténtica (en cualquiera de los ámbitos)
A mí lo que me llama la atención (aparte de la exitosa estrategia de ventas) es que el objetivo sean mujeres. En estas cuestiones, los hombres van al sex shop. ¿Por qué esa diferencia de comportamiento? Ni idea
Sí…. el problema es que cada vez hay menos autenticidad. Y el sexo es un ámbito más, por supuesto. Investigando un poco para escribir este post, me he topado con varios argumentos que intentan explicar tu pregunta. ¿Por qué los hombres van con toda naturalidad al sex shop?
Parece que uno de los motivos para que esta reuniones domésticas tengan tanta aceptación es que a las mujeres les puede el pudor para ir a este tipo de establecimientos.
Con el tuppersex queda resuelto y diluido este aspecto. Será el ambiente erótico-festivo.
Y detrás de las reuniones de fiambreras, cosméticos o termomix, quizás estuviera la soledad de toda una generación de mujeres.
En eso hemos avanzado muchísimo las mujeres de mi generación. Porque ya no nos da tiempo ni de compartir soledades.
Gracias por pasarte por mi casa 😉
Lo siento, pero noto una condescendencia y un complejo de superioridad tan irritante en el artículo. Si la idea que tenéis de los juguetes eróticos es que son sucedáneos y que lo «auténtico» es el cuerpo humano a secas, es que o no te has enterado de nada de la reunión, o quien la ha impartido lo ha hecho mal, o que padecéis de una mojigatería galopante.
Juguetes sexuales han existido desde siempre, igual que lociones y pociones destinadas a estimular , perfumar, suavizar…como atestiguan pinturas , grabados y tratados de hace milenios.
Los juguetes eróticos no sustituyen, añaden. Abren puertas y ventanas a variaciones, posibilidades, sensaciones, orgasmos… son estupendos para luchar contra la rutina hacia la que se van deslizando las parejas estables.
Relacionar juguetes eróticos, reuniones femeninas , con LA SOLEDAD me parece demagogo, gazmoño, machista…
Desdeñar los objetos de placer así en general, por falta de autenticidad es lo mismo que depreciar la comida japonesa o de autor, «porque como la tortilla de papas de omaíta: NÁ» … Catetismo puro y duro disfrazado de supuesta autenticidad…
Andayá.
Pero quien prometa milagros para venderlos es igual que un charlatán de barraca de feria, en eso creo que estamos de acuerdo.
Suelen gustarme las cosas que publicas pero siento decirte que este artículo sólo ha conseguido irritarme.
Hola Ava,
Realmente debe de estar muy mal escrito el post. ¿Complejo de superioridad y condescendencia? No niego que el tema era un pelín complicado.
Mi post no pretende decir que los juguetes eróticos son la parte falsa de algo que es «lo auténtico» (el cuerpo humano tal y como es). Y por supuesto que existen desde siempre.
Pretendía hablar de una anestesia generalizada. Una apatía insoportable en las relaciones. Al menos es así cómo lo percibo a mi alrededor, y por supuesto que es sólo eso. Una percepción y mi opinión.
Yo sólo he asistido a dos sesiones. Y en ambas ocasiones me han vendido el lema de «convierte cada día en tu San Valentín». Y con esto conseguirás aquello y lo de más allá. Puede ser que nos estemos convirtiendo en un país de todo a 100. Y este sector también se vea afectado.
De todas formas, hablar de las reuniones de tapersex era una excusa para hablar de las reuniones «domésticas femeninas» (¿te imaginas una reunión así de hombres, para hablar de cosméticos o tupperwares?); para denunciar las enfermedades (femeninas) inventadas, de cómo antes existían virgueras y ahora se empeñan en inventar otras formas de remendar la honra (o lo que algunos llaman honra); de las reuniones domésticas femeninas a principios de siglo…. En fin.
Te agradezco de todas formas tu opinión y tu crítica. Pero no me considero mojigata ni superior a nadie. Me encanta la tortilla de patata y la comida japonesa. No creo que haya que elegir entre una de las dos opciones. Y por supuesto, no pretendía ofender a nadie.
Xenia, yo , la apatía en las relaciones , la veo más en la gente que se deja de seducir , que baila siempre siempre la misma canción, con los mismos pasos por costumbre y pereza, en la gente que se ha resignado a una vida sexual monótona y aburrida. Justamente la gente que decide variarla, animarla, invrstigar, probar, a menudo utiliza juguetes eróticos.
Sé que hay charlatenes de barraca vendiendo juguetes y cremas y demás como el remedio universal a todos los males..y no, no hacen milagros, sirven para lo que sirven, Ni curan la anorgasmia, ni la falta de deseo, ni van a revolucionar o a arreglar por si solos la vida sexual de nadie…ya te digo que en eso estamos de acuerdo.
Sobre el tema de las supuestas enfermedades femeninas, pues discrepo … O sea, podríamos hablar de la menopausia, de los embarazos, de la celulitis, de cómo se pare en este país, de como nos venden compresas y jabones para nuestros «sucios» genitales. .. Precisamente profesionales de la salud de la mujer ( ginecólogos, sexólogos, etc…) cada vez aconsejan más desde bolas chinas a vibradores como una ayuda para solucionar o mejorar determinados problemas típicamente femeninos..y también masculinos eh!!
Si los hombres no hacen reuniones análogas no es por machismo ni porque seamos más tontas que ellos, es por diferencias en la forma de ser y en la educación recibida, les cuesta un mundo hablar con un mínimo de sinceridad sobre cuestiones emocionales y sexuales, lo hacen , si, pero de forma mucho más íntima. Y ellos se reunen para ver futbol, peleas de gallos, humanos, o peces, carreras y competiciones de todo tipo, discutir sobre hermandades o tertulias literarias, cosas que también hacemos las mujeres, por cierto.
Yo tampoco pretendía llamarte mojigata eh, me refería más bien a ciertas opiniones , no a ti personalmente. Y entiendo que no querías ofender a nadie, lo sé , pero claro, yo llevo 6 años vendiendo artículos eróticos, asesorando, escuchando, aconsejando, con honestidad y sinceridad, y desde una posición además totalmente feminista y no me he visto reflejada para nada en lo que escribes, ni yo, ni mi forma de trabajar, ni a las mujeres con las que trato a diario.
Un saludo
Totalmente de acuerdo con lo que dices. Bueno, lo de las enfermedades me refería sólo a la histeria femenina.
Ahora, sólo se me ocurre organizar una sesión con amigas y contigo para cambiar mis impresiones y poder escribir sobre ello.
Muchas gracias por responder.
Disculpe la intromisión. Tengo encomendado dejar un comentario en este blog para otorgarle un premio de parte de Eduardo Martos. Él no puede hacerlo porque, con casi total probabilidad, sigue encerrado en el sótano donde lo dejé.
Reciba un cordial saludo,
J.H.
Estimado J.H.
Dígale usted al dueño de la encomienda que estaré encantada de ir a buscarlo. Esperaré un poco mientras se adecenta 😉
Un cordial saludo,
@XeniaGD