Infoxicación: la tiranía de la abundancia informativa

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Yo era de las que me encadenaba al cable del teléfono fijo. Como estaba anclado en el pasillo, lograba deshacer los rizos tensando la cuerda y escondiéndome detrás de la puerta del baño, que era la más cercana.

Tenía conversaciones que duraban fácilmente 2 horas sobre cualquier cosa.

Con la cartas seguía un ritual similar. Quizás con un ápice más de ansiedad porque llegaban sin avisar. Pero siempre las leía en la intimidad para no dejar ir ni una coma, ávida e insaciable de experiencias ajenas.

Creo que no he vuelto a leer y consumir palabras con la misma intensidad desde entonces. Ni tampoco a puerta cerrada.

Los viajes dejaban un sabor de boca agridulce, ya que su proceso de revelado ayudaba sin remisión a fijar no sólo las imágenes sino también nuestros recuerdos. Pero el proceso requería de varios días y a menudo agotaba las paciencias. Yo aún tengo fotos almacenadas sin clasificar de los tres últimos viajes realizados.

A nivel informativo, creo que no tengo mucho más que decir a lo apuntado ya miles de veces por miles de personas, y que ahonda en el concepto de inmediatez y vértigo en la información.

Infoxicación

photo credit: verbeeldingskr8 via photopin cc

Pero, ¿somos más felices o más productivos que hace unas décadas? ¿Nos ayuda la tecnología a obtener un mayor rendimiento personal y profesional o nos sentimos más perdidos que antes?

Independientemente del uso profesional o personal que hagamos de las nuevas tecnologías, lo cierto es que hoy día recibimos cientos de emails de forma indiscriminada, podemos leer los posts que nos interesan caminando por la calle, en el metro o mientras esperamos que los niños salgan del colegio; escuchamos posdcasts en el coche o mientras vamos en bici; comentamos noticias en Facebook; twitteamos nuestro entorno; agregamos a delicious; monitorizamos nuestra reputación online y un largo etcétera que dependerá del índice de digitalización y fricabilidad de cada uno.

Estamos sometidos a tal sobrecarga de información que en muchos casos es imposible no tener ese sentimiento de que irremisiblemente nos estamos perdiendo algo.

Aunque Alvin Toffler comenzó a usar el término de “Information overload” en 1970, en España el shock del futuro vendría de la mano de Alfons Cornellá, con su neologismo infoxicación. Un término que define ese exceso de información al que diariamente nos vemos sometidos, la intoxicación derivada de la abundancia (de información, en este caso) de forma que cuando somos conscientes de que no la podemos procesar nos genera ansiedad (técnicamente information fatigue syndrome)

¿En qué momento deja de ser información para convertirse en ruido?

El proceso de la información no pasa simplemente por la recepción, sino que nos exige una participación activa en la búsqueda, en la clasificación, etiquetado y redistribución de esa información. Nos exige establecer redes, relaciones y ser capaces de elegirlas.

La atención, el tiempo  y la capacidad de elección son tres de los ingredientes básicos que todos anhelamos en el entramado de la sobrecarga informativa.

Actualmente nadie cierra la puerta para leer una carta o mantener una conversación telefónica de 2 horas. Nuestro tiempo es limitado. Nuestra atención se dispersa (algunos lo llaman atención paralela continua) porque llevamos al límite esa capacidad de realizar varias tareas a la vez, sin darle prioridad o poner énfasis en ninguna de ellas. Es por ello que necesitamos contar -y escuchar- historias, no datos. Debemos volver al usuario y sintonizar con él, narrarle una crónica al oído.

Otro cantar son los mecanismos que cada uno pone en marcha para hacer la elección idónea. Si eres de los perfeccionistas, supongo que padeces un terrible estrés, porque ante tal oferta informativa, es prácticamente imposible encontrar la solución óptima.

¿Durante cuánto tiempo haces zapping hasta detenerte en un canal que sea lo suficientemente satisfactorio? ¿Cuántos resultados necesitas obtener de Google para darte por satisfecho? ¿10, 20, 100, 1.000?

La paradoja de la elección nos pone de manifiesto que más es menos. El psicólogo Barry Schwartz defiende nuestra capacidad de elegir y denuncia esa tiranía de la abundancia a la que nos autosometemos y que nos condena a pasarnos el tiempo buscando. Quizás ahí resida la clave. En no buscar el mejor programa de televisión. El mejor destino para estas vacaciones. El mejor viaje. La mejor persona. El mejor objetivo para tu estrategia social media. Los mejores resultados de tu buscador. El mejor post sobre infoxicación. El profesional más influyente. El mejor trabajo. La mejor casa. La mejor información.

Porque nada nos garantiza que sea la mejor opción (y cuantas más opciones busquemos, menos buena nos parecerá).

Quizás este sea un primer paso para sentirnos un poco menos infoxicados y arrepentidos por la opciones descartadas e infinitamente más felices y satisfechos. Yo estoy dispuesta a pagar el precio de la imperfección. ¿Y tú?

@XeniaGD

[box type=»info»] Si te interesa el tema, estás de acuerdo o todo lo contrario, esta tarde hablaremos sobre #Infoxicación en DebateSic [/box]

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8 comentarios

    • ¡Muchísimas gracias! Lo acepto con gusto. Sobre todo, viniendo de madres, trabajadoras, mujeres, amantes, amigas, hermanas y blogueras treintañeras 🙂

  1. Hay un modo de ‘infoxicación’, si es que podemos llamarlo así, referido a la literatura y casi paralelo a la irrupción de la abundancia informativa actual: es la conciencia de que, por mucho que lo intentes habrá miles, cientos de miles, de libros que nunca leerás. Tras esa toma de conciencia se impone elegir, pero antes que elegir autor o título, creo que es más importante elegir los criterios para filtrar entre todos ellos; no tienen por qué ser suponer mejores fuentes, pero sí las fuentes adecuadas a tu manera de trabajar, de convivir o de compartir una visión del mundo.

    • Gracias, Santiago. Me parece muy interesante lo que planteas. ¿Que filtros, criterios, herramientas, etc., usas tú para hacer esa primera selección de qué leer? Porque si nos dejamos guiar por lo que aparece más a menudo en los medios de comunicación – por poner un ejemplo- tenemos asegurada la infoxicación 😉

      Hay otro fenómeno que me resulta muy curioso también: tendemos a consumir aquellos contenidos que nos reafirman en nuestra forma de pensar… ya sean medios de comunicación, libros, blogs, etc. ¿O no?

  2. Hará unos trece años, ya estábamos hablando de estos en el contexto de un ciclo de debates muy interesante y enriquecedor. Entonces sonaba a chino, pero era muy cierto, como bien apuntas.

    Creo que esta sensación tan estresante se irá diluyendo con el tiempo. Ahora mismo somos analfabetos en la gestión y organización de la información, pero no creo que este problema sea endémico.

    De momento, creo que uno se tiene que quedar con lo que le provoque una sensación determinada, más allá de que sea la mejor fuente (objetivamente, eso no existe).

    • ¿Trece años?!!!!! Wowwww!!! 🙂
      Espero que tengas razón y dentro de poco estemos familiarizados con hábitos y herramientas que nos hagan la vida un poquito más fácil.

      Y sobre la fuente, te doy toda la razón. Yo me conformaría con que intentásemos ir a la fuente, sea cual sea. Y no repetir palabras escritas, escuchadas o pensadas miles de veces.

      Un abrazo y gracias por pasarte 😉

  3. Tienes razon, en mi caso estuve mas de 6 meses sin ver la tele, me mudé de piso y estaba todo en cajas, la tele tambien.
    Entonces me di cuenta de que estaba infoxicada … sin las noticias vivia mas feliz, asi que la tele se quedó embalada tooodo ese tiempo, para desestresarme.

    • Me encanta : )
      Yo creo que 6 meses sin tele es Un reto asumible hoy día, sobre todo con la poca calidad y variedad real que hay. Lo que creo que no lograría es estar sin Internet todo ese tiempo…. Será que estoy infoxicada; )

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