La vejez entra por la boca (II)

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La vejez entra por la boca.

Por las líneas que unen mi olfato con la lengua que lamió castigos.
Por el bozo agrietado de experiencias que no caben,
que ninguna boca puede contener.
Por más que me beses y aspires mi aliento.

Así te escupo la vida. Con diminutas gotas de sangre manoseadas por sueños ajenos.
Y así la recoges tú. Grano a grano. En este camino que voy labrando sin saberlo.

La vejez entra por la boca que ya no consigue hablar a carcajadas.

Por los labios cosidos con tanta gravedad que se desgarran en el primer amago de sonrisa.
Labios que no comprenden que solo la risa destierra el olor agrio de los cuerpos con solera.

La vejez entra por la boca que no pregunta
segura de conocer todas las respuestas.
Todos los matices. Todas las caricias bajo las sábanas tendidas al sol.
Por eso ahora pregunto con más vocación.

Relincho

¿Por qué necesitas la vida como antes?
¿En aquella época en la que la vejez caminaba en el horizonte, altiva?
¿Cuando nuestra orilla bebía del vientre primigenio?

Dices que la vejez entra por la boca cuya lengua no retoza en la vereda.
Cuando me lamías y susurrabas lo hermosa que era
desnuda sobre tu boca.

Entonces no necesitabas grieta alguna en mi rostro.
Ni alborozo
o versados interrogantes.

Te sobraba con mi boca masticando tus palabras
húmeda
y sin pretextos.

Me bastaba con tus labios
valientes
devorándome la juventud.

Xenia García

Foto: Jim Vance. Lips. Digital photo manipulation of acrylic painting.

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