Viaje literario

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Al leerme en la revista Amateur, me viene a la cabeza esa pregunta que ya me atormentaba de adolescente: ¿para ser escritora es necesario tener una vida tensada al límite? ¿Ser alcohólico, cocainómano, nómada hasta la saciedad, con dramas familiares a tu espalda, viviendo de noche? Ninfómanas, esquizofrénicos, bipolares, adictas a la mezcalina. Suicidas. Maltratadoras de lo propio. Se me vienen muchos nombres a la cabeza: Sartre, Baudelaire, Bukowski, Kerouac, Huxley, Unica Zurn, Allan Poe, Carver, Becket… Así que leyendo sobre mí, me siento de lo más soporífera y anodina. Pero es que a estas alturas aspiro -nada más y nada menos- a la felicidad a pequeños sorbo.

No obstante, aquí comparto la nueva entrevista (a partir de la página 133). Junto con mi agradecimiento al equipo (pequeñísimo) que lleva a cabo esta labor de sacarnos las vísceras y dejarlas airear.

 

 

La última entrevista que te hicimos (en la revista 33) la dejamos en el asesinato de tu YO para llegar a ser escritora. La catalogación como “asesinato” ya da muestras de un proceso duro de por sí. ¿imprescindible para dar cabida a otras voces a la hora de escribir? ¿recomendable?

Realmente era un asesinato del lastre que suponen los miedos a la hora de escribir; de los prejuicios que no permiten dejar crecer a los personajes, que hablen y se expresen; que tengan su propia vida. Ese asesinato sí que es necesario y doloroso. A eso me refería. Me cuesta especialmente no inmiscuirme en el comportamiento de los personajes y darles autonomía, no contaminarlos con mi particular forma de ver la vida.  Cada personaje que creamos parece que inevitablemente tiene un poco de nosotros mismos. Las emociones de nuestros personajes se emparejan con las nuestras, quizás porque las únicas emociones que conocemos íntimamente son las nuestras. Es en esa parte del proceso creativo donde sí hay que matar al autor.

Sin embargo, para encontrar la idea o el tema sí que me sirvo de mi experiencia. A nuestro alrededor ocurren muchas  historias que pueden ser narradas: en la familia, en la oficina, en ese
viaje que hicimos, en nuestra experiencia vital sobre el amor, en un divorcio, en un parto. Todo si valioso si lo pasamos por el filtro de la ficción.

 

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Te hacemos a ti la misma pregunta que en “La vejez entra por la boca”, brillante pregunta, por cierto: ¿qué tiene un libro?

En parte coincido con la respuesta de Irina al presentar la lectura como la posibilidad de volar. Leer es vivir en pieles ajenas, es sentir otro cuerpo y otras vidas. No recuerdo cuándo comencé a
leer para tener otras experiencias, para vivir otras vidas. Pero cerraba la puerta de mi habitación para dejar de ser yo misma sin morir. Para encontrar respuestas. Para conocer otras preguntas.
Los libros me enseñaron poco a poco a detener el tiempo. A acelerarlo. A viajar sin destino. Sólo he sentido algo similar bailando.

Me identifico plenamente con las palabras de Kafka al respecto: “[…] lo que debemos tener son esos libros que se precipitan sobre nosotros como la mala suerte y que nos perturban
profundamente, como la muerte de alguien a quien amamos más que a nosotros mismos, como el suicidio. Un libro debe ser como un pico de hielo que rompa el mar congelado que tenemos
dentro”.

“Quizás nos quede tiempo” es una oda a vivir el momento presente, este minuto como si fuera el último …un carpe diem en bucle… que nos ha trasladado a la película «El Club de los Poetas Muertos» y la canción “El día de mañana” de Nueva Vulcano (He oído que acostumbra a haber / una mañana siguiente. / Al día de mañana le dije ayer / que no se niegue a amanecer). ¿De dónde partes tú? ¿Cuándo o cómo nace esa sabiduría vital de quien se da cuenta del ahora?

En mi caso es más sencillo. Tengo a alguien en mi vida que me susurra constantemente al oído que TODO lo que tenemos está aquí y ahora. Ese es el verdadero regalo, el sentido de nuestra vida. El día a día con dos niños, además, da poco margen para recrearse en un tiempo pasado. Tiendo a la melancolía en según qué momentos de mi vida, y aunque no comulgo con esa idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor, suelo engrandecer momentos lejanos. Sobre el futuro, hace tiempo que dejó de servirme como coartada para mis miedos o inapetencias. Dejaron de atraerme las esperas colectivas, ese depositar nuestras esperanzas en un instante venidero, colmado de promesas imposibles que nunca terminan de cuajar: ese contrato indefinido, ese ascenso, esa casa más grande o en la playa, ese amor que te haga perder la cabeza, la jubilación, esa promesa de amor eterno, esa maternidad que arreglará las fisuras.

Al hilo de “Compañeros de distancia”, ¿nos enamoramos de las personas o de la imagen que creamos de ellas?

Ese poema lo escribí hace ya bastantes años, cuando por primera fui consciente de que la persona de la que me había enamorado era un completo desconocido. En aquella impostura tuvieron una enorme responsabilidad los recuerdos creados, los sentidos y cómo no, las palabras. Siempre he pensado que al principio nos enamoramos de las personas. De su olor, su tacto, sus habilidades, sus promesas. Posteriormente, en menor o mayor medida, tendemos a pasar el amor por el filtro de nuestras expectativas, y como tal lo modelamos y vamos completando aquellas lagunas que pudiera tener. Luego corremos el riesgo de permanecer aferrados a la imagen que hemos creado.

“Se traspasa” es un brillante homenaje a las librerías y sus libreros/as. ¿Acabarán por desaparecer esos lugares, también para nosotros, tan llenos de vida?

Bueno, los modos de leer cambian, pero un libro siempre será un libro. Yo uso el ebook cuando me voy de viaje o para llevarlo en el bolso. Sin embargo, no consigo resistirme a comprar un libro con cierta frecuencia. Imagino que ambas formas deben convivir y ayudarse. Quizás ayudaría el poner a disposición del público los libros en versión electrónica para que puedan comprarse. Sea como fuere,  se necesita una adaptación a una nueva realidad, como le está ocurriendo a la industria del cine o musical.

 

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