La mujer fatal

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Envidia es atrevida y osada. Paticorta. Con frecuencia malhablada.

Se encoleriza y cierra los ojos cuando escudriña la felicidad de los otros. Ve miedo donde hay cortesía y civismo. Porque la envidia no entiende de bienes comunes y colectivos. Ella es triste. Viuda y Penélope perdida en su propia odisea. Siente aflicción y desdicha al observar el bien ajeno. Se alza en postizos tacones para soñarse por encima. Y ríe a carcajadas para que nadie desenmascare su merecido quebranto.

Envidia eleva la voz para que el silencio no la vapulee. Barriobajera en sus formas. Calumnia y difama porque sabe que no alcanzará lo que ansía y en la humillación ajena encuentra ella la negra paz de la hora punta.

Escucho hablar a Envidia delante de todos. Me roba la palabra deslumbrada por su propio reflejo. Ansía el foco único de mudas codicias. Con uñas postizas fingiendo labrar el cielo. «Pobrecita», susurran algunos. Nadie sabe que ha comenzado por cavar el lecho de los compasivos.

Xenia García

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2 comentarios

  1. No has podido describir mejor este sentimiento tan vil y tan dañino que a quien destruye no es ni más ni menos que a quien lo practica solamente.
    ¡Pobre de ellos!

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