Serás del tamaño de tus pensamientos

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Antes de que el tiempo pase y sepulte cualquier recuerdo de enseñanza, me he dado cuenta de que el Camino de Santiago me ha servido sobre todo para valorar los matices. Como siempre me cuesta más escribir sobre frivolidades que sobre seriedades, voy a empezar por aquellas, por las más banales que son las que perezosamente nos moldean.

Ahí va mi lista de lecciones aprendidas:

  1. Se puede vivir sin mirar el correo de la oficina 9 días seguidos.
  2. Se puede vivir sin otra preocupación que continuar el camino para encontrar el siguiente albergue.
  3. Los taxistas gallegos son de otro planeta o enjundia que el resto de los de su gremio. Jamás pensé que habría una excepción.
  4. Se puede vivir 9 días sin encender la tele ni leer una sola noticia del mundo que nos rodea. Hay suficiente información que testar en los verdes prados, hayas, choperas y helechos, en el pulpo a feira, en la empanada, el lacón, filloas, las zamburiñas y mariscadas bien regadas de Ribeiro, Albariño y su poquito de licor de café al gusto.
  5. Aunque cueste creerlo, una de las tareas más tediosas ha sido deshacer y hacer mochilas diariamente. Por ello, mi amada amiga de viaje y vida me ha enseñado en apenas escasos minutos cómo doblar las camisetas y pantalones para que ocupen el menor espacio posible. Ella no lo sabe, pero ha abierto sin querer la caja de Pandora. Así que esta mañana, con mi cuerpo aún de resaca por tanta actividad, he comenzado por un cajón y (igualito que los con los kilómetros) ya voy por el sexto.
  6. Estando ya tentada a deshacer todos los armarios para doblarlos siguiendo el método Marie Kondo, me he dado cuenta de que no tenía té verde con jazmín y me he dicho, voy un momentito a por té no se me vaya a ir esto del plegado de las manos. Por circunstancias propias del mes de julio, mi tienda habitual estaba cerrada, así que poco a poco, he pasado por el siguiente mercado, de ese al siguiente y luego al del más allá. Tras 6 kilómetros por este pinar de asfalto he entendido algo que yo siempre he intuido: que mejor no probar las drogas porque me haría adicta a todas ellas; baste aquí el ejemplo de los kilómetros o del arte de doblar camisetas.
  7. Mientras caminaba he recordado que una noche, tras más de 20 kilómetros andados bajo un sol que no parecía gallego, fuimos a cenar a una pizzería en Pedrouzo. Mi intolerancia a la lactosa dejó de ser intolerante y me zampé una exquisita pizza entera regada con Ribeiro. En la mesa de enfrente, una pareja de asiáticos charlaba amenamente mientras consumieron 3 botes de Tabasco con la cena. Mi hija los contaba alucinada al tiempo que nosotras discutíamos sobre las propiedades antiinflamatorias del picante. Pensé que efectivamente al señor de unos 50 y tantos (este cálculo es puramente occidental, claro) parecía no dolerle nada cuando en mitad de la cena se descalzó y cruzó las piernas sobre la silla con la postura del cuarto de loto. Hasta ahí nada excesivamente extraño (los tres botes de tabascos darían sin duda para un cuento) hasta que al caballero se le salió un huevo de la pernera. En esa postura permaneció durante toda la cena sin inmutarse siquiera y la metáfora me pareció de lo más divertida.
  8. Caminando por el centro he comenzado a imaginar cómo seguir las instrucciones de Marie Kondo y sin querer he comenzado a hacer rectángulos y a doblarlo todo en tres partes proporcionales e iguales, incluyendo las hordas de turistas que vienen a Sevilla en estas fiestas a desplomarse de calor. Cuando he sido consciente de la dirección de mis pensamientos, no sin asustarme muy mucho (me cago en todas las Marie kondos youtubers) me ha venido la imagen del huevo asomando por la pernera del corto pantalón vaquero del asiático y he acariciado la certeza de que es imposible hacer un rectángulo de él y doblarlo en tres. Justo en ese momento he sentido un alivio indescriptible y he decidido regresar de mi caminata para deshacer los cajones y hartarme de Tabasco. Y en esas estoy. Chúpate esa Marie kondo: no todo puede plegarse en tres.
  9. En un solo día podemos llegar a tener sesenta mil pensamientos. La mayoría de ellos están inspirados en juicios no probados de la realidad.
  10. Serás del tamaño de tus pensamientos y no del número de ellos. No sé en qué situación me deja eso después de todo lo escrito, pero me gustaría creer que es un buen comienzo.

¡Buen Camino!

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