Lo dijo MONTERROSO

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A Eduardo Torres, que me lo contó

—Ya está corregido.
—¿Ya?
—Pero sigue sin funcionar.
—Déjame ver.
—(…)
—Usa de vez en cuando frases breves.
—¿Frases breves? ¿Para qué?
—Cuando el lector se encuentra con una frase muy breve, la trata como una gran verdad revelada.
—Eso es ridículo.
—Exacto, Xenia, muy bien.
—No, no, quiero decir que eso es ridículo. De verdad pienso que es ridícula esa afirmación. En realidad.
—La realidad no existe y además es mucho más laxa que la ficción. La ficción, por el contrario, es infinitamente más exigente que la realidad. Sobre todo para eso de las casualidades.
—No entiendo. ¿Por qué va a creer eso el lector?
—Lo dijo Wolf.
—Ah. Ya, pero es estúpido, ¿no? ¿O acaso el lector se lo traga todo?
—No, no. Al lector le gusta jugar, le gusta descubrir lo que se esconde tras el texto. No le des nunca al lector todo lo que te pide.
—No puedo darle al lector lo que pide si no sé lo que pide. Estás presuponiendo que conoces al lector. ¿Me ayudarás con esto? Mi editor me ha pedido un segundo libro de cuentos.
—Ya te estoy ayudando: frases breves y dejar con ganas de más al lector.
—Con eso no tengo ni para empezar. Este taller era para ayudarnos (ayudarme) a reescribir un manuscrito. Para adecentarlo.
—Claro, eso es lo que estamos haciendo. ¿Irás esta noche a la presentación del libro de E.T.?
—No sé. Para mí todos son unos farsantes, empezando por los talleristas, que hablan y hablan todo el tiempo de cosas elevadas, de la redondez del cuento, del post-cuento, del cuento perfecto y de finales abiertos y cerrados, lo ponen en Facebook y cientos de pulgares se levantan rindiendo tributo a las palabras. Pero luego, aparte de escribir cómo escribir, ¿acaso escriben? ¿Acaso se ocupan de sus hijos? ¿Acaso no nos dejan a las mujeres toda la carga?
—Yo soy tallerista. No sé en qué situación me pone tu pregunta. Y he escrito dos libros. Entonces, ¿irás a la presentación de esta noche?
—No sé. Tengo que poner una lavadora.
—¿Poner una lavadora o tender una lavadora? Si solo debes ponerla puedes venir. La cualidad principal de la prosa es la precisión. En cuanto la prosa se ve, es mala.
—Cuando tenía quince años y mi madre me mandaba fregar los platos, le gritaba que yo era feminista. Desde entonces lo repito como un mantra. Me dijeron que las feministas odiaban las tareas domésticas. Yo las odio, desde luego. Todo lo que no deja huella es femenino. Lo doméstico, las charlas triviales, alimentar a la prole. Lo que se vuelve a hacer cada día no tiene nombre y es femenino. A eso dedicaba mi madre las horas, los días, los años. Y esta noche no puedo ir a la presentación porque tengo que dedicarme a una de esas tareas que no deja huella. Tengo que poner una lavadora.
—Ya.
—¿Y ese rollo de la prosa?
—Lo dijo Monterroso.
—Estamos hablando tonterías. Mi lavadora no tiene nada que ver con la literatura. Aunque, bueno, la ropa limpia ha de estar limpia. No hace falta que se vea limpia ni que nadie sepa cómo la hemos lavado. ¿O sí?
—La mejor manera de acabar con las ideas ha sido siempre tratar de ponerlas en práctica. Para eso están estos talleres. Para poner lavadoras.
—Pues yo tengo que escribir un cuento. O muchos. Varios. Tengo que escribir un libro de cuentos. Lo he prometido. Lo esperan.
—Bueno, haz esto: cree en ti, pero no tanto; duda de ti, pero no tanto. Cuando sientas duda, cree; cuando creas, duda.
—¿Sabes? Me estás confundiendo cada vez más. Dime. Entonces: ¿esto qué es?
—Recuerda: el ensayo del cuento del poema de la vida es un movimiento perpetuo.
—Sí, sí, ya. Monterroso. ¿Y qué estamos haciendo nosotros?
—¿Qué deseabas desde el principio?
—Un cuento.
—Pues estamos escribiendo un cuento, entonces.
—Pero esto es solo una conversación, un diálogo. Una sucesión de guiones con retornos de carro.
—Sí, aunque con una segunda historia secreta bajo la superficie.
—Pero sin conflicto.
—Tú deseas escribir un cuento. Hay deseo.
—Ni puntos de giro.
—Esta conversación.
—Si parece un diálogo, es que es un diálogo. Si parece un poema, es que es un poema. Si parece un aforismo, sin duda es un aforismo. ¿Y si no se sabe bien lo que es?
—Entonces es un cuento.
—¿Se lo explicarás a mi editor?
—Claro. Tú créete firmemente que has escrito un cuento, sea cual sea su estructura. Dile al lector que esto es un cuento. Es-to-es-un-cu-en-to. Explica a todos cómo escribir el cuento. Todos criticarán tu texto como un cuento. Y entonces, solo entonces, habrás escrito un cuento.
—Estoy pensando que quizás sí vaya. Tengo ganas de conocer a E.T. Seguro que es uno de aquellos incapaces autores que nunca escribieron.
—¿Y eso?
—Lo dijo William Hazlitt.
—Bueno. Si lo dijo…

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