Hoy, todos somos mosqueteros

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[box type=»info»] ¿QUÉ SIGNIFICA TENER LA MOSCA DETRÁS DE LA OREJA?

La expresión «tener la mosca detrás de la oreja», contradiciendo lo que muchos de nosotros  atribuimos erróneamente al zumbido del molesto e inoportuno insecto, tiene un origen bien distinto.

Según ‘Lexicografía y enseñanza de la lengua española, de Juan Antonio Moya Corral – Marcin Sosiński,  «Esta mosca que nos ocupa puede no pertenecer a la familia mosquil, y no parece que pueda ser otra cosa que la ‘mecha’ (llamada en algunas regiones llave) que se encendía para ejecutar los disparos con ciertas armas de fuego, como el mosquete o el arcabuz, de modo que, una vez lanzado el disparo, se apagaba y se sobreponía en la oreja. (…) El soldado, cazador o artificiero estaría en disposición de asestar un disparo al menor atisbo de peligro» [/box]

Hace tiempo que -sin saberlo- nos convertimos de nuevo en mosqueteros.

El olor a miedo todo lo impregna y es suficiente para sentir impuesta la necesidad de estar alertas, prevenidos, de estar preparados para echar mano de la mosca situada detrás de la oreja ante las múltiples eventualidades que puedan surgir. Porque no nos engañemos. La emboscada como técnica milenaria sigue encontrando su caldo de cultivo en las empresas de ahora.

Y no sólo por la Reforma Laboral.

Hace tiempo que son muchos los que sienten inseguridad al doblar la esquina; al levantarse para ir al baño; al pedir una excedencia; al exigir la legítima compensación de sus horas extras, el cumplimiento de un horario pactado para conciliar o ansiar ese permiso por paternidad que le permita disfrutar de su hijo.

El miedo es inflamable.

Tener la mosca detrás de la oreja. Xenia García

Obra derivada de Dark Manticora

Es el ingrediente preciso para prender la mecha que todo mosquetero contemporáneo y precavido porta detrás de la oreja para echar mano de ella en situaciones límites y comprometidas. Y en este duelo de disparos al aire, que tu compañero pida una excedencia, solicite la compensación de sus horas extras, quiera marcharse a la hora conveniada o fantasee con sus días por paternidad, son atisbos de peligros fehacientes para una milicia desenfrenada.

Y no exclusivamente por la tiranía del empresaurio, sino por las vilezas de la naturaleza humana.

La bajeza, bellaquería, ruindad, traición, servilismo o villanía eran nimiedades que se solventaban a golpe de mosquete allá por el siglo XVI. Como ahora.

Porque ya no lucimos detrás de la oreja el lápiz, boli, cigarrillo o mechero como atuendo de aperario. Ahora, todos somos mosqueteros y fusileros, escudriñando de soslayo al que nos imaginamos podría ser una amenaza.

Será porque todos caminamos con la mosca detrás de la oreja.

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