Saluda con naturalidad, como si no hubiera transcurrido todo un año desde el último encuentro. Sacúdete las horas de viaje en coche con una sonrisa. Mírala con timidez, o quizás con deseo, esperando a que deje de hablar con sus amigas y te preste la misma atención que el verano pasado.
Estás nervioso y tus dientes apenas pueden permanecer escondidos. Ella no te mira. Su melena ha desaparecido y sientes sus labios más gruesos, más tentadores y azulados. Sin embargo, sus ojos se han degradado.
Salúdala: qué hay.
Aquí, contesta.
Ellas ríen. Cúbrete con el flequillo los granos de la frente. Ella no los va a recordar. Esconde tu regalo, sabes que no es el momento. Guarda los pétalos latiendo en la palma de tu mano izquierda hasta que vuelva a sonreírte con la melena.
Siéntate junto a ella. Reprime las ganas de decirle que en este tiempo no has estado con nadie. Acúnalas en la misma palma de la mano que la ofrenda que trajiste. Ellas hablan del poliamor, del gluten y la lactosa, del coitocentrismo.
Siéntete perdido. Ahoga lentamente los pétalos de la amapola. Quizás para el próximo viaje, piensas, mientras la brisa iza tu flequillo.
Di: ajá.
(Relato presentado en Esta noche te cuento, con el tema «Viajeros y viajantes». Como siempre, el reto es contar una historia en no más de 200 palabras).
2 comentarios
Y como siempre, has dado con las palabras clave amiga Xenia. Un beso enorme 😀
Muchos besos, Margarita. A ver si hay posibilidda de que un día coincidamos, más allá de estos besos virtuales. 🙂