Cuando exterminamos el amor, procedimos al reparto. Fue sencillo plasmarlo en el acuerdo de divorcio: de la biblioteca elegí los libros en estantes pares. “¡Ay, Teo! Sabes que los números impares nunca me gustaron”, le digo. Con la ropa hubo cierto equívoco, hasta que convenimos realizar la asignación de los cajones sometiéndonos al antojo de los dados. Él se quedó con los vasos largos. Yo con los chatos. Con la medicación, sin embargo, tuvimos que sentarnos a negociar. Conseguí quedarme con las píldoras amarillas de las mañanas y su sabor metálico. Él prometió llevarse todas las de color malva que me hundían las noches y me dejaban el vientre helado.
El conflicto surgió cuando llegó el turno de dividir mis monstruos interiores. “Se reparten también al cincuenta por ciento”, dije. Sólo así era posible disolver la sociedad de gananciales. Así que a base de alaridos logré endosarle mi pánico al tintineo de las llaves y las sombras que arañaban los cristales de madrugada. Las voces de mi cabeza, sin embargo, no quisieron marcharse con él. Se escabulleron en mi cálido estómago en una orgía de palabras, festejando la liberación de las cadenas moradas.
(Relato presentado el último día y en el último minuto en la tercera propuesta de Esta noche te cuento, con motivo del centenario de La Metamorfosis. El elemento a introducir en el relato era la palabra monstruos. Ha sido toda una sorpresa encontrar mi relato seleccionado para la publicación del libro. Qué alegría encontrarme rodeada de magníficos escritores y gran participación. Enhorabuena a todos los seleccionados, menciones y cuentistas. ¡Y muchísimas gracias al jurado! Si queréis disfrutar con todas las historias, os recomiendo que os asoméis por este rinconcito).
photo credit: Stefano Corso
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