El Camino

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Pienso: Todos hemos sido alguna vez el final de alguien.

Solo que cuando fuimos su principio, en ese instante donde todo es nuevo y el camino es virgen, en este tramo del sendero sin malas yerbas, creímos que siempre tendríamos ganas de pasear de su mano,
de abrir la ventana y asomarnos para saludar la mañana, de compartir un desayuno, una comida,
una cena, un incipiente insomnio.
De compartir las horas en el súper.

Que siempre tendríamos fuerza para la crianza de los hijos. Entereza para soportar nuestras primeras canas y arrugas. Los primeros dolores. La enfermedad.

Pensar que el amor durará para siempre es lo que realmente nos hace vulnerables. No ver crecer la maleza, la mala hierba, la hierba mala, el yuyo, la planta arvense, espontánea o indeseable. Tantos nombres. ¿Si no somos capaces de ver lo indeseable, acaso vemos la flor?

Pensar que la vida nos durará para siempre.

Estas cosas son las que pienso en nuestra primera escapada solos después de catorce años sin un respiro: En que todos hemos sido alguna vez el final de alguien. Y en que ojalá la vida me entrene para ser capaz de vislumbrar la maleza antes que la flor.

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